De entre las muchas cualidades que se pueden aplicar a esta bella ciudad, sin duda la que más me gusta y asombra es el bajo nivel de ruido que hay en toda la ciudad. Esto es posible al más de un millón de bicicletas que inundan la ciudad en vez de coches y también al ritmo de vida holandés, donde todo parece ir a otra velocidad, a otro volumen, que hace que discurrir por sus calles sea una experiencia asombrosamente grata.
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